Aunque en la actualidad el alfabeto Morse tiene una aplicación casi exclusiva en el ámbito de los radioaficionados, lo cierto es que en el pasado fue un importante sistema de comunicación que, aunque originalmente empleaba un sistema telegráfico, con el paso de los años tuvo su principal soporte en los sistemas de radio. Y si bien en las comunicaciones modernas ya no se emplea apenas, conviene reconocer el mérito de aquellos pioneros que permitieron las comunicaciones inalámbricas desde lugares donde era inconcebible la transmisión de información.
Empecemos por el principio. En 1837, Samuel Morse y Alfred Vail desarrollan un método por el cual cada símbolo era transmitido de forma individual como una combinación de rayas y puntos, es decir, señales telegráficas que se diferencian en el tiempo de duración de la señal activa. En un primer momento, el código sólo incluía números que luego se convertían en mensajes utilizando un libro de claves, pero posteriormente se fue expandiendo e incluyendo letras y signos de puntuación.
En mayo de 1844, Morse hacía la primera demostración pública de su telégrafo, enviando un primer mensaje desde la Cámara de la Corte Suprema en el Capitolio de Washington, para el ferrocarril de B & O en Baltimore. “What hath God wrought?” (¿Qué nos ha traído Dios?) fue la primera frase transmitida por este sistema.
Durante los primeros años de utilización, el sistema morse se sirvió de líneas telegráficas mediante cable que progresivamente se fue tendiendo. Años después, con el invento de Marconi del transmisor elemental de radio, ya a partir de los primeros años del siglo XX la transmisión de mensajes se empieza hacer también de forma inalámbrica, por lo que pronto los aviones y barcos tomaron esta nueva tecnología para sus comunicaciones tanto con tierra como con otras embarcaciones.
A pesar del desarrollo de la transmisión de la voz, el sistema se mantuvo vigente y era de gran utilidad en ciertos entornos, como cuando las condiciones atmosféricas no permitían el empleo de otros medios. Pensemos que incluso cuando hubiera interferencias por una tormenta eléctrica, las señales transmitidas por radiofrecuencia en código Morse, a diferencia de la voz, siempre serían identificables aunque se escucharan con el ruido que produce en esos casos la estática atmosférica.
Así, además de que la transmisión morse superaba las interferencias atmosféricas y las causadas por otras comunicaciones de forma más eficiente, ofrecía otras ventajas, como que requería un equipo de gran sencillez, o que ocupaba menos ancho de banda que una señal radiofónica.
Si hay una señal conocida a nivel internacional esa es el S.O.S, y su origen como aviso de socorro se encuentra en el código Morse. Antes de su implantación, cuando un navío se encontraba en peligro lanzaba un CQD: (Copy Quality, que era el código de llamada general, y Distress – «Problemas»).
Sin embargo, a partir de la Conferencia Internacional de la Comunicación Inalámbrica en Mar de Berlín en 1906, se adoptó el SOS como señal internacional de socorro. A pesar de que popularmente se piensa que esta señal significa «Save Our Ship» («salven nuestro barco»), «Save Our Souls» («salven nuestras almas») o «Send Out Succour» («envíen socorro»), lo cierto es que no tiene ningún significado, y se eligió esta representación porque podía ser radiada muy fácilmente usando el código morse, con una sucesión de tres pulsos cortos, tres largos y otros tres cortos. De igual manera, debido a su simpleza, era más difícil que se perdiera o malinterpretara.
El primer barco en radiar un SOS fue el Slavonia cuando naufragó cerca de las islas Azores el 10 de junio de 1909. Años después, el 15 de abril de 1912, el RMS Titanic, lanzaría un S.O.S durante su hundimiento, una tragedia que contribuyó su popularización e hizo que pasara a sustituir casi por completo al anterior mensaje de socorro.